TRAUMAS

Cuando en una determinada situación surge un miedo intenso y desproporcionado se puede suponer que se ha producido una asociación, una conexión emocional, con una experiencia anterior de tipo traumática. Se activa el recuerdo del dolor o sufrimiento, retenido en el cuerpo y mente de la persona, procedente de vivencias anteriores que fueron extremadamente difíciles e impactantes porque superaron su capacidad de hacerle frente o resistirlas.

Este estado de alarma o de ansiedad aparece cuando hay una circunstancia que tiene semejanzas con la anterior. En esta conexión se activa la emoción atemorizante que a veces resulta incomprensible y otras veces se reconoce su origen.

El caso: del "temor a las batas blancas de enfermeras o médicos" tendrá seguramente su origen en alguna intervención sanitaria que impactó a la persona cuando era una criatura o muy joven, como una operación o un tratamiento doloroso. El de una "fobia a escaleras mecánicas o ascensores" puede derivar de un accidente y/o incidente, que se vivió anteriormente y cuyo espanto quedó grabado en la memoria emocional.

En casos como "sentir un miedo inmenso a quedarse solo o sola en casa", o "terror a las gallinas o similar", o "angustiarse en la oscuridad" puede ser que se desconozcan los motivos que lo provocan (a parte de los obvios), siendo posible, también, que derive de experiencias traumáticas o semitraumáticas con las que se crea alguna conexión.

Los traumas pueden ser a partir de situaciones que resultaron difíciles o impactantes, casi siempre se vivieron como inevitables (sin posibilidad de huida) y que superaron la capacidad de la persona de hacerles frente. Muy frecuentemente son sucesos de la infancia o adolescencia.

Si a un menor le dejaron muchas veces en casa solo - porque los tutores creyeron que podían hacerlo - pudo vivir las largas horas con una tensión y una alerta que dejó huella en su memoria emocional; una criatura que topaba constantemente con animales de la granja o domésticos, que mostraban gran agitación, pudo sentir una constante amenaza física; y una joven, que de niña sufrió abusos en la noche, puede trasladar esa angustia a cada oscuridad.

Especialmente cuando ocurre en la infancia o adolescencia los incidentes o accidentes pueden dejar más huella y a la vez quedan desdibujados por la inmadurez cerebral. Dejan más huella por la alta sensibilidad al temor y al riesgo vital, y la huella es más profunda cuanto más se prolonga, el suceso, en el tiempo o cuanto mayor fue el impacto emocional, cuando se sintió como imposible de evitar y en los que el menor no pudo ser calmado o acompañado cálidamente, aunque fuera con posterioridad.

El adulto también puede vivir sucesos traumáticos cuando son de gran impacto emocional y desborda sus recursos personales para hacerle frente, por lo que se dificulta su asimilación. Puede ser el caso de sufrir una agresión sexual, o física, o un maltrato psicológico continuado, o de bullying en el trabajo, lesiones por accidente, pérdidas repentinas de seres queridos, o cambios bruscos de las condiciones de vida, pero su madurez le dará más posibilidad de resistencia.

Los traumas suelen ser un tema cinematográfico y literario, pero son muy cotidianos y desgraciadamente frecuentes. La psicoterapia ayuda a la persona a desprenderse de esos miedos abrumadores, a veces invalidantes, se conozcan o no su origen.