HIJOS E HIJAS DE FAMILIAS MIGRANTES

Cuando los hijos y/o las hijas de trabajadores migrantes se reúnen con sus madres o padres, después de años separados, es muy probable que se comporten de manera rebelde y oposicionista.

Su conducta resultará sorprendente para estos progenitores que llevan años solo trabajando y deseando reunirse con ellos. Estas conductas y reacciones producirán enojo en muchos padres, al entenderlo como pura desobediencia y provocará, muy posiblemente, que tomen medidas represoras o sancionadoras.

Es comprensible que, para adultos que han orientado su vida a procurar un mejor futuro para su familia, migrando y trabajando arduamente durante años, impacte ver, en su descendencia, algo diferente a una alegría, cuando por fin pueden reunirse, junto con satisfacción o agradecimiento por el esfuerzo que han realizado los padres. Tuvieron que superar enormes obstáculos para conseguirlo y sufrir un constante anhelo hasta reunirse con ellos.

Será costoso entender y aceptar esas muestras de disconformidad y, sobre todo, que los hijos y las hijas dejen de atender a sus órdenes o pedidos, cuando, por fin, están juntos.

Los progenitores deben comprender que ese comportamiento estará seguramente motivado por la repercusión emocional de una separación tan larga que, aunque sean hijos naturales, reduce el reconocimiento del papel de madre o padre, así como la capacidad de influencia sobre ellos y ellas.

Los hijos y las hijas habrán vivido sentimientos de abandono, por la ausencia, la falta de contacto personal, durante tanto tiempo y lo habrán sentido con nostalgia, sufrimiento e incluso resentimiento. La distancia física y emocional, aunque justificada, habrá afectado el lazo familiar y, con ello, su sentimiento de amor y respeto. La disponibilidad y la receptividad a las directrices maternas o paternas se verán mermadas por la separación en caso de haber sido larga o en periodos clave.

Desgraciadamente las leyes de migración no tienen en consideración estos aspectos en la vida familiar, al interponer requisitos tan exigentes para la reagrupación familiar.

Hay que pensar también que el reencuentro con los progenitores comportará, a su vez, una segunda separación afectiva en los niños y de las niñas de sus cuidadores provisionales, a los que se había aferrado durante años por supervivencia. La situación es doblemente complicada para los menores, por esa reciente separación y, naturalmente, por la fragilidad del vínculo materno y paterno debilitado, irremediablemente, por la distancia.

En la reagrupación será necesario comprender la experiencia del hijo o de la hija, y buscar el acercamiento afectivo para poder retomar su crianza y educación.